Era el 14 de marzo, un día después de mi cumpleaños, nos levantamos temprano, nos esperaba un día largo y emocionante. Salimos de El Calafate por la ruta 40, a la derecha teníamos el Lago Argentino, un lago de color azul claro con una cordillera blanca de fondo. Cuando llegamos a nuestro destino estábamos emocionados, este era uno de los lugares que más tenía ganas de conocer en todo mi viaje por Sur América. Pagamos la entrada al parque nacional, estacionamos a La Clandestina y tomamos un bus que nos acercaría a este monumento natural. Cuando lo tuve de frente me quedé sin palabras, por fin conocí al Glaciar Perito Moreno.
Glaciar Perito Moreno, Argentina
Teníamos planeado recorrer las pasarelas de madera que rodean el glaciar y hacer un mini trekking sobre el hielo ese mismo día. Algo habíamos oído hablar sobre un virus que se había expandido por todo China, pero no le dimos importancia. Hasta que pasaron estos 3 sucesos que nos dejaron preocupados:
Al llegar al estacionamiento vimos un bus con un tour de chinos, al bajar todos tenían tapabocas (en ese entonces era raro ver a alguien con barbijo).
Cuando nos montamos al bus que nos llevaría a las pasarelas escuchamos a un guarda parque decir que estaban pensando cerrar el parque al día siguiente porque andaba circulando un virus.
Al montarnos al barco que nos acercaría aún más al glaciar vimos cómo los extranjeros se aplicaban constantemente gel antibacterial.
Llegamos de esta aventura con una mezcla de emociones, por un lado, teníamos el corazón contento y recargado de buena energía, pero por el otro nos invadió cierta preocupación así que llegamos a investigar acerca de este tal virus.
No tuvimos tiempo ni de investigar, al día siguiente cerraron el parque, todos los turistas estaban desesperados por encontrar un vuelo para volver a su país, cerraron restaurantes y comercios. Nosotros en ese momento estábamos durmiendo en una estación de servicio, teníamos susto que nos sacaran de allí. Todo pasó tan rápido, a los tres días Argentina declaró cuarentena nacional, y la municipalidad de El Calafate nos re ubicó en un camping municipal.
Camping Municipal El Ovejero, El Calafate
En este mismo camping fueron llegando más turistas que viajaban en carro-casa, carpa, bicicleta kombi, etc. En un punto llegamos a ser 20 personas de diferentes nacionalidades. Al principio era emocionante, en el primer mes celebramos varios cumpleaños, hicimos clases de salsa y yoga, hacíamos ejercicio juntos, etc. Hasta que poco a poco se empezaron a ir, cada uno entendió, que ese sueño que tenían de viajar por los países del cono sur, ya había llegado a su fin.
Celebrando el cumpleaños de Ricky
Con Ricky siempre dijimos que nosotros íbamos a ser los últimos en irnos de allí y así fue, 4 meses después, debido a una falla en los baños del camping, nos vimos obligados a buscar un apartamento para seguir esperando (no sé qué esperamos, sin embargo, esa es la respuesta que siempre damos cuando nos preguntan: ¿Qué siguen haciendo en Argentina?: esperando).
Ya han pasado 6 meses desde que llegamos a El Calafate, hemos tenido varias comunicaciones con el consulado, sin embargo, para nosotros no es una opción dejar a La Clandestina (nuestra van) en territorio argentino. Así que seguimos buscando la manera de pasar a Chile (de donde es La Clandestina) para luego viajar a Colombia (aunque mi vida cambia tanto todos los días que me da miedo decirles cuál es nuestro próximo plan).
Luego de 6 meses puedo decir que me siento Calafateña, los argentinos nos han hecho sentir como en su hogar, hemos tenido muchos asados, meriendas, hemos comido cientos de facturas (mi favorita es la de dulce de leche), intentamos el mate (aunque no nos gustó), probamos fernet con cocacola, vino con fanta (fatal mezcla, pero había que probar), nos dejamos sorprender por las montañas de la Patagonia, aprendimos a esquiar y a patinar sobre el hielo, conocimos la nieve, hice angelitos sobre ella y construimos un gran muñeco de nieve.
Invierno en La patagonia Argentina
Extraño mucho a mi familia, aunque, a decir verdad, creo que la pandemia nos unió mucho más. Antes no hacíamos video llamadas ni reuniones por zoom. No nos llamábamos tan frecuentemente, así que, aunque estemos a 9.000km de distancia, los he sentido más cerca que lejos.
En fin, a pesar de que, como a muchos otros, mi sueño de viajar por todo Sur América se vio realmente afectado por la pandemia, he tenido la fortuna de quedarme “varada” en un paraíso, rodeada de gente hermosa y de naturaleza que me llena de buena energía. Tuve muchos momentos de frustración y tristeza durante la cuarentena (y los sigo teniendo), pero entendí que mis días felices son provocados por mi actitud, cuando digo “que día tan lindo” es cuando pasan cosas extraordinarias. Hoy, por ejemplo, me siento afortunada.
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Que buen relato, la inteligencia de “saber vivir” no es muy común
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